El silencio de los justos
Me escribías cartas sobre tu ciudad
hablándome de todo lo que
comenzaba a desaparecer,
de las cansadas y tristes confesiones
en los finales de fiesta...
en la última todo fue entregado a las llamas
infancia, mujer, ciudad, pueblo; los más viejos
olvidaron lo que habían sido sus vidas
o eligieron no volver
a hablar de ellas.
Tenías los ojos llenos de lágrimas y no parabas de reír,
luego caíste sobre el pasto y yo hice lo mismo para no
sentirme perdido otra vez.
Es mentira que la violencia y la pobreza
hayan sido hermanas,
no es verdad esta historia, escucha, no en mis manos,
no con lo que te estoy dando,
tienes que ver, despertar,
debes aprender
a mantener silencio
cuando sólo hablas con el fin de completar las frases
y sentirte seguro, dijiste,
para luego quedarte mirándome seria
sin decir nada
durante lo que se sintió como un minuto completo;
luego las preguntas y los deseos,
tengo miedo a desaparecer, concluiste,
eso es a lo que más temo,
a que todo esto, nada de lo del mundo fuera de verdad,
¿te imaginas? y caería para siempre
¿te imaginas que estuviéramos cayendo para siempre?
Yo también tengo el mismo sueño
cada noche,
te respondí en voz baja, sin aliento...
Hemos secado las lágrimas de los niños
con el gemido de las leyendas
de las almas que han desaparecido…
Bajo el agua ahora
se revelará el
puñal,
pero mi cuerpo está preparado para morir,
cuando el miedo te ciegue,
sólo libérame a la corriente del río
y no vuelvas a mencionar mi nombre...
¿Estás ahí o estás bebiendo el dinero de los diamantes?
estás ahí o aún crees en los profetas que hablan de la
pasión perdida:
la sangre de los cachorros pertenece al océano, así fue
que lo escribimos…
…Te veías hermosa esa noche, veinte años atrás
mirando alrededor por algo que hacer...
mi padre te hablaba pacientemente
sobre el significado de los sueños
en la historia de una ciudad
y te protegía cada vez que te perdías a ti misma
intentando recordar a tu familia
y el camino de regreso a casa.
A veces bebo pensando en él, y en los fines de semana
viajo hasta su tumba
para ver sus ojos cerrándose otra vez
cerca de tu sonrisa
anunciada por el presentimiento de la sangre oculta...
Las palomas de la catedral cruzan el sol
que comienza a morir otra vez,
y recuerdo, lo veo en la rabia
con la que te levantas del suelo,
en tu corazón siempre hubo un pueblo,
estabas feliz de ver la lluvia de invierno
escuchando la voz de los maestros,
reías cuando estabas melancólica
y querías que te abrazara, como en un grito
en la cumbre de un barranco
con los ojos heridos por el brillo del sol.
Mano a mano en el camino las ilusiones,
los signos protectores
tras las huellas de los pies heridos
el imperio de los corazones en llamas,
el secreto mortal que defendiste con inocencia
en un rincón para que nadie te oiga llorar.
La pequeña voz de la vida que parecía decir que
corrieras de ahí,
tus pequeños dedos en mis hombros,
tu estómago palpitante de miedo liberaron al sentido
peregrino que limpia mi rostro...
Entre las cuatro tierras perdidas
nos hicimos viejos,
soñamos con caer finalmente en sus brazos...
hablándome de todo lo que
comenzaba a desaparecer,
de las cansadas y tristes confesiones
en los finales de fiesta...
en la última todo fue entregado a las llamas
infancia, mujer, ciudad, pueblo; los más viejos
olvidaron lo que habían sido sus vidas
o eligieron no volver
a hablar de ellas.
Tenías los ojos llenos de lágrimas y no parabas de reír,
luego caíste sobre el pasto y yo hice lo mismo para no
sentirme perdido otra vez.
Es mentira que la violencia y la pobreza
hayan sido hermanas,
no es verdad esta historia, escucha, no en mis manos,
no con lo que te estoy dando,
tienes que ver, despertar,
debes aprender
a mantener silencio
cuando sólo hablas con el fin de completar las frases
y sentirte seguro, dijiste,
para luego quedarte mirándome seria
sin decir nada
durante lo que se sintió como un minuto completo;
luego las preguntas y los deseos,
tengo miedo a desaparecer, concluiste,
eso es a lo que más temo,
a que todo esto, nada de lo del mundo fuera de verdad,
¿te imaginas? y caería para siempre
¿te imaginas que estuviéramos cayendo para siempre?
Yo también tengo el mismo sueño
cada noche,
te respondí en voz baja, sin aliento...
Hemos secado las lágrimas de los niños
con el gemido de las leyendas
de las almas que han desaparecido…
Bajo el agua ahora
se revelará el
puñal,
pero mi cuerpo está preparado para morir,
cuando el miedo te ciegue,
sólo libérame a la corriente del río
y no vuelvas a mencionar mi nombre...
¿Estás ahí o estás bebiendo el dinero de los diamantes?
estás ahí o aún crees en los profetas que hablan de la
pasión perdida:
la sangre de los cachorros pertenece al océano, así fue
que lo escribimos…
…Te veías hermosa esa noche, veinte años atrás
mirando alrededor por algo que hacer...
mi padre te hablaba pacientemente
sobre el significado de los sueños
en la historia de una ciudad
y te protegía cada vez que te perdías a ti misma
intentando recordar a tu familia
y el camino de regreso a casa.
A veces bebo pensando en él, y en los fines de semana
viajo hasta su tumba
para ver sus ojos cerrándose otra vez
cerca de tu sonrisa
anunciada por el presentimiento de la sangre oculta...
Las palomas de la catedral cruzan el sol
que comienza a morir otra vez,
y recuerdo, lo veo en la rabia
con la que te levantas del suelo,
en tu corazón siempre hubo un pueblo,
estabas feliz de ver la lluvia de invierno
escuchando la voz de los maestros,
reías cuando estabas melancólica
y querías que te abrazara, como en un grito
en la cumbre de un barranco
con los ojos heridos por el brillo del sol.
Mano a mano en el camino las ilusiones,
los signos protectores
tras las huellas de los pies heridos
el imperio de los corazones en llamas,
el secreto mortal que defendiste con inocencia
en un rincón para que nadie te oiga llorar.
La pequeña voz de la vida que parecía decir que
corrieras de ahí,
tus pequeños dedos en mis hombros,
tu estómago palpitante de miedo liberaron al sentido
peregrino que limpia mi rostro...
Entre las cuatro tierras perdidas
nos hicimos viejos,
soñamos con caer finalmente en sus brazos...
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