Entierro

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No nos van a hacer nada,
están tan cansados como nosotros, no creo que lo hagan, ¡cobardes!, ¡desleales!
comenzaste a gritar sin que nadie pudiera pararte mientras el resto intentaba
escapar del callejón, más tarde cuando la noche se silenció un poco
me hablaste de lo que te debo, y de lo que me debes,
y de la importancia de recordarlo,
que a fin de cuentas, como todos sabemos
nada tienen que ver con el deseo y la valentía
la verdad y las excusas para sentirnos más poseedores del secreto,
que nacimos para tenerlo, perderlo, llorarlo y odiarlo
que nacimos para estar dentro del juego,
el único y mortal, en donde miramos con extrañeza a los niños
poseer el odio, el descontento y la sabiduría
que reconocemos con miedo como los vicios y los fulgores
que podrían matar o revivir el corazón de un hombre revelado...
que aguante y que no me deje engañar
por nadie que quiera convencernos que sólo viviendo con la sangre envenenada
podríamos entender la fe y el amor por el fuego,
sus sombras y sus misterios... Miraban como tus ojeras
se hundían cada vez más y te daban canciones de muerte y resurrección
como con las voces de otros hombres, con la rabia de otros tiempos.
Te susurré unas palabras en secreto
y me regalaste una sonrisa,
luego dejaste caer tu espíritu sobre tu rostro
liberándolo de todo mal
manteniendo la seriedad de tus facciones
hasta el día de hoy y para siempre,
irredimibles en nuestros recuerdos
y en el fuego de todos los corredores que bajo las venas cansadas del pueblo
hablan con la oscuridad, renacen, y retornan a su dolor
en el grito de todos los animales, en el llanto de todas las mujeres,
y ahora de nuevo en mí, ciego con las manos ensangrentadas, en la sangre del crepúsculo...



 
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