Lluvia de estrellas

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Corre por los pasillos de los condenados
pequeño hombre, con tus recuerdos,
con la voz oscura,
contra el rostro húmedo de los fantasmas
para encontrar las manos de tu mujer refugiada,
de todas maneras
mañana partiremos y no la volverás a ver.
Habrán de morir separados el uno del otro,
tú temiéndole a las luces que se puedan abrir en el cielo
y ella sabiendo como siempre, de la gran mentira
pareciendo que aún se sonríe con los ojos brillantes
bajo su rostro demacrado,
todo, para la tierra que se abre.



 
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