Las horas del fuego

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Recuerdo cuando adolescente
la Bestia se apareció en mis sueños,
tuve miedo de perderlo todo
y al día siguiente,
busqué la manera de olvidarme de mí mismo
con las palabras de algunas mujeres
que me hablaban del sufrimiento y el placer
mojando mis hombros y mis labios con sus lágrimas...
Anoche volví a verla,
mi rostro había madurado en el suyo,
sus manos buscaban sudor y paz
rodeada de ramas invernales y santos de rostros muertos
mostrando las flores que los devotos habían dejado
junto con sus nombres inscritos sobre la madera oscura
de un viejo sauce capaz de cubrir la luna y adueñarse de la noche...
Me habló de los ojos de mi abuelo
en la apariencia de todas las cosas,
y de cómo le debía a la indiferencia de los viejos
el susurro de la muerte,
del por qué al verlo estaba perdiendo el fuego de mi vida
y cómo éste se iría ahora
a la tragedia de otro corazón...
Perdón, jamás;
raíces son raíces...



 
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